Te necesito ( One Shot)



RESUMEN: Kibum tendrá que decidir que es más importante: hundirse en sus inseguridades o estar junto a Minho. Porque el alto ya no está dispuesto a que el rubio aparezca y desaparezca de su vida cuando se le plazca.

PAREJA: Minkey ~

GÉNERO: AU, Romántico, Drama

CLASIFICACIÓN: +13

ADVERTENCIAS: No

Notas del OS: esta historia la escribí ya hace algún tiempo, ni siquiera me acordaba, pero creo que de aquí salió otra historia que ya publiqué XD. Como de nuevo desapareció la #$%& flash memory y no puedo actualizar NTEDM, subo esto por si alguien quiere leerlo. ESCUCHEN Y VEAN EL VIDEO, el OS se inspiró en esa linda canción.

-.-

Hacía un año que no lo veía y sin embargo el rubio no había cambiado mucho en ese tiempo. Definitivamente eran los mismos ojos gatunos, los mismos pómulos altivos, los mismos labios acorazonados y sin duda su cabello, aunque había cambiado de tonalidad seguía siendo rubio y hermosamente brillante.

En esa ocasión se encontraron “casualmente” en una cafetería y como cada vez que lo hacían, Kim Kibum era quien tomaba la iniciativa de acercarse. Él, Choi Minho sonreía por la agradable sorpresa.

¿Cuántas veces habían hecho lo mismo?

Saludarse, conversar de lo que había sucedido en sus vidas y luego ir a la casa de Minho donde pasaban largas horas teniendo sexo. Luego de aquello, Kibum se vestía y se marchaba agradeciéndole a Minho los buenos momentos.

Pero esa vez algo fue diferente.

Porque Minho ya no estaba dispuesto a entregarle todo de sí a Kibum y recibir a cambio sólo breves momentos  a su lado. Amaba a Kibum pero ya no quería intimar más con él cuando se encontraran porque odiaba que el rubio simplemente se fuera después del sexo.

— Esta será la última vez que hacemos esto — sentenció Minho desde la puerta del baño de su cuarto. — La próxima vez que nos veamos, saludaremos y charlaremos si tú quieres, pero ya no te traeré a mi casa, ni tendremos sexo.  — fingiendo una sonrisa, dijo: — Adiós Kibum, espero que todo te vaya bien.

Kibum quien aún yacía en la cama no supo qué decir o hacer, le tomó unos minutos digerir las palabras del alto. Y luego, consternado y un poco herido, se vistió y se marchó.

Caminando por las calles de Seúl, Kibum tomó conciencia de que toda aquella situación y la actitud de Minho habían sido provocadas por su propia forma de actuar.

Porque Kim Kibum, quien aparentaba ser una persona llena de seguridad, orgullosa por sus logros y hasta algo arrogante con las personas que lo rodeaban; en el fondo era una persona llena de miedos y traumas.

Su mayor miedo era que el hombre que amaba considerara que no era suficiente para él.

Sus padres se divorciaron cuando aún era pequeño, pero todavía recordaba las constantes peleas, los golpes, los insultos, los gritos, las lágrimas de su madre. Aquellas escenas se le habían quedado gravadas a fuego en su mente y cada vez que quería establecerse y decirle a Minho que lo amaba, todos los malos recuerdos volvían y muchas preguntas surgían:

— ¿Qué tal si les pasaba lo mismo que a sus padres?

— ¿Qué sucedería si no era lo suficientemente bueno para Minho?

— ¿Y si Minho se cansaba de él?

— ¿Y si el amor no era suficiente para mantenerlos unidos?

Amaba a Minho, tal vez más de lo que nunca había amado a nadie. Pero sus miedos siempre prevalecían volviéndolo un cobarde, un discapacitado sentimental, incapaz de expresar lo que sentía.

Debido a eso, prefería refugiarse en su trabajo como diseñador de modas por lo que constantemente debía viajar por todo el mundo exhibiendo sus creaciones.

A sus veinticinco años era muy reconocido en su campo. Muchos pagaban miles de dólares por sus diseños y otros le ofrecían cantidades iguales por tenerlo en su cama. Él aceptaba.

¿Qué más daba?

Solo era sexo, nunca se entregaba a aquellos por nada más que placer y dinero.

Pero con Minho era diferente. Cuando viajaba a Seúl hacía de todo por propiciar encuentros con el alto, encuentros que Minho creía eran coincidencias.

Al alto se entregaba por amor, por sentir que existían cosas hermosas en el mundo  por las que vivir. Muchas veces quiso decirle aquellas palabras, pero al final se acobardaba y se iba, desapareciendo igual de rápido como aparecía.

Era lógico que Minho se cansara de recibir lo poco que  le ofrecía. Había estado haciendo lo mismo desde que eran adolescentes. Minho procuraba cuidarlo y hacerlo feliz y Kibum se encargaba de demostrarle lo poco que le importaba su amor.

Aún así extrañaba esa etapa de su vida, cuando siendo todavía niños pasaban tiempo juntos; jugando, riendo y coqueteando.

Con Minho tuvo su primera vez, él había sido su primer novio y pudieron ser más que eso de no ser por su inseguridad y miedos. Un buen día, después de que  culminaran el colegio; terminó con él alegando razones estúpidas y viajó para estudiar en París, en donde además de formarse como un excelente profesional, aprendió a ocultar su verdadera forma de ser y a fingir frialdad y despotismo.

Trató de olvidar a Minho acostándose  con quien quisiera hacerlo pero de nada sirvió. El alto nunca salió de su mente y corazón, por eso decidió que aunque no podía estar con él como pareja, aprovecharía cada oportunidad para tenerlo en la cama. Solo con eso se conformaría.

Por algún tiempo, su plan había funcionado, pero ahora que Minho ya no quería seguirle el juego, no sabía qué hacer para estar cerca de él.



Pasó un año desde que Minho le dijera que ya no se acostaría con él. En ese tiempo viajó a Londres y se estableció ahí. Todo había transcurrido como siempre en su vida, pero una noticia recibida por parte de su amigo Taemin, cambió todo lo establecido en su rutina.

Minho se iba a casar.

 ¡Con una mujer!

¿En qué estaba pensando el alto?

¿Es que a sus veintisiete años negaría su homosexualidad?

¿Desde cuándo estaría saliendo con esa mujer?

 Pero ese matrimonio se realizaría sobre su cadáver. No lo iba a permitir. ¡No y no!

Le urgía viajar a Seúl para impedir aquel casamiento, por eso hizo todo lo posible para terminar con todos sus asuntos de trabajo pendientes. Una vez que los finiquitó, viajó apresuradamente a su país natal.



Minho arreglaba el nudo de su corbata frente al espejo de su habitación. Ese día comenzaría una nueva etapa de su vida junto a una mujer maravillosa. No podía decir que la amaba pero sí la quería y respetaba. Creía que eso sería suficiente para ser feliz.

Con ella tendría la familia que siempre quiso y que sus padres tanto insistían en que tuviera. Porque ellos nunca aceptaron su orientación sexual. A su padre casi le había dado un infarto cuando le confesó que era gay. Más bien, Minho se consideraba bisexual pero seguro que eso mucho menos lo entenderían. 

Bueno, ahora ya todo aquello era pasado. Después de la boda, se dedicaría a su esposa completamente. Sabía que ella lo amaba y con el tiempo estaba decidido a amarla de igual forma.

Una vez que estuvo listo, salió de su casa rumbo a la Iglesia en donde se llevaría a cabo la ceremonia de casamiento.

Iba a subir a su auto cuando otro vehículo frenó ruidosamente frente a él. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa que le causó ver a quien bajaba de aquel auto. Era Kibum.

— ¡Minho, por favor no te cases! — rogó el rubio, lanzándose a los brazos del alto.

— ¿Pero qué haces aquí, Kibum? — inquirió Minho mientras lo separaba de su cuerpo.

— ¡No voy a permitir que te cases¡ ¿Entendiste? ¡Y con una mujer! ¿En qué diablos estás pensando, Minho?

— Kibum, esa es mi decisión y tú nada tienes que ver con ella, así que por favor, no te metas en lo que no te incumbe.

— Minho, por favor no te cases — sollozó el rubio. — Yo sé que te he causado mucho daño, pero ¿Qué será de mí si tú te casas?

— ¡¿Y ahora me lo vienes a decir?! — gritó el alto enfadado. — Tú simplemente continuarás con tu vida como hasta hoy.

— No lo entiendes Minho, yo te necesito. Te necesito en mi vida. Aunque sea solo por unas horas, aunque sea solo en la cama.

— Es justamente por eso que me voy a casar, Kibum. Porque tú sólo quieres algo rápido y sin compromiso. Pero yo no, yo quiero a una persona que esté a mi lado, a la que pueda amar y por la que me sienta amado. Además tú nunca podrías darme hijos… — Minho sabía que eso último había sido muy cruel, demasiado bajo.

— ¿Es eso entonces? Si quieres hijos, podemos adoptarlos y te prometo que los amaré como si fueran propios — ofreció el rubio con la voz entrecortada por el llanto.

— ¿Qué, por qué harías eso? Tú siempre dijiste que te gustaban los niños pero sólo para cuidarlos por un momento…

— Porque te amo. Lo he hecho desde que nos conocimos. Pero siempre he tenido miedo de no ser lo suficientemente bueno para ti — confesó  angustiado Kibum, con el rostro cubierto de lágrimas.

Minho, asombrado por aquella confesión se quedó callado por un momento, tratando de no ceder. Pero era tan difícil después de ver al rubio llorar desesperadamente.

“Miedo” había dicho Kibum, “miedo a no ser lo suficientemente bueno para él”

¿Cómo podía decir eso?

Si Kibum siempre había sido su adoración, lo más sagrado y hermoso de la Tierra.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste? No confiaste lo suficiente en mí como para decirme lo que sentías. Simplemente decidiste darte por vencido y terminar lo nuestro — reprochó el alto.

— Lo sé y me arrepiento de eso, de no haberte contado lo que pasaba por mi cabeza. Cuando era niño, viví un infierno en mi casa. Los recuerdos de mi niñez consisten en imágenes de violencia, golpes, gritos, llanto. La relación de mis padres era horrible y no quiero que nos pase lo mismo…

— No hay razón para que eso suceda. Tu padre era un abusador y tu madre no tenía voluntad propia. Nosotros no somos así, en nada nos parecemos a ellos. Estoy seguro de que si me atreviera a ponerte un dedo encima o a gritarte, me mandarías al demonio, me fulminarías con la mirada y nunca volvería a saber nada de ti — bromé el alto tratando de aligerar el ambiente.

— Tienes razón. Aún tengo miedo pero no puedo perderte, no quiero hacerlo. Decidí que tenerte en mi vida es más importante que cualquier temor o trauma que tenga. — sorbiendo la nariz continuó: —Yo quiero, deseo con todo mi corazón que estemos juntos el resto de nuestras vidas, que nuestro amor no se acabe. Sé que todo no puede ser risas y felicidad en una relación, que se presentan problemas y riñas, pero me gustaría que pudiéramos solucionarlos conversando, dialogando y no con gritos e insultos… no  soportaría que nos separáramos después de haber vivido tantas cosas juntos…

— Está bien, bebé. Te entiendo y créeme que solucionaremos nuestros problemas juntos, siempre dialogando. Te prometo que no te dejaré, superaremos lo malo y lo feo unidos… — aseguró el alto, tomando la mano de Kibum.

— ¿Eso quiere decir que no te casarás y me darás una oportunidad? — preguntó esperanzado el rubio, limpiando sus lágrimas con la mano que Minho no sostenía.

— Sí — y ante aquella simple palabra, ambos sonrieron felices, porque por fin estarían juntos como una pareja de verdad. — Pero estaba pensando que aquello de adoptar niños, será difícil, casi imposible… — razonó el alto.

— En este país, sí. Por eso yo quería proponerte algo… — ante el asentimiento de Minho, Kibum habló —: Vámonos de aquí, mudémonos a Ámsterdam, allí la gente es muy tolerante, podemos casarnos e iniciar el papeleo para que nos permitan tener un niño…

— Has pensado en todo ¿Verdad? ¿Estabas seguro de que aceptaría estar contigo?

— No, no estaba seguro. Pero si tenía la esperanza de que lograría convencerte, porque te amo.

— Dios, no sabes cuánto me gusta que lo digas. Repítelo… — pidió Minho, abrazando posesivamente a su rubio.

— Te amo, te amo, te amo… — repitió incesantemente picoteando los labios de Minho.

— Yo también te amo, mi amor — correspondió el alto.





Kibum dibujaba nuevos patrones para sus diseños, cuando un niño de cinco años entró a su estudio:

— ¡Papi, papi! Papá me está siguiendo, no quiero que me encuentre, escóndeme ¿sí? — pidió el pequeño haciendo un lindo pucherito.

— Está bien, amor. — dijo Kibum divertido, cargando a su hijo para colocarlo en medio de un montón de telas esparcidas en un rincón del lugar, le dio un beso en la frente y le cubrió con varias de aquellas telas. — Debes hacer silencio, para que papá no te encuentre ¿de acuerdo?

— Sí papi — contestó el pequeño en un susurro.

Minho entró sigiloso al estudio, por lo que ni Kibum ni el pequeño escucharon sus pasos. Cuando se dieron cuenta, ya era tarde. Minho los sorprendió en plena travesura.

— Buuuuu — soltó Minho en tono agudo asustando a su esposo e hijo.

— ¡Aaaahhh Minho, casi me matas de un susto! — reclamó Kibum, colocando una mano en el pecho.

— Lo siento, gatito. De todas formas, ya te encontré Yoogeun, así que sal con las manos en alto — ordenó a su hijo en son de broma.

— ¡Qué mal, papá! Papi tiene la culpa, no me escondió bien… — se quejó el pequeño con ojitos tristes.

— No hijo, papi no tiene la culpa. Lo que pasa es que yo soy muy bueno en este juego — se envaneció el alto ante el pequeño.

— Mentira — aseguró Yoogeun sonriendo. Minho comenzó a hacerle cosquillas para que riera aún más. Le encantaba escuchar las risas de su hijo.



Kibum miraba enternecido aquella escena. Su esposo y su hijo. Los amores de su vida. Ahora estaba seguro de que la mejor decisión tomada fue haber impedido que Minho se casara con aquella mujer.

Después de que Minho no asistiera a la ceremonia de casamiento. Sus padres dejaron de hablarle, pero poco o nada le importó, porque ya mucho tiempo había vivido haciendo lo que ellos querían. Era momento para que tomara las riendas de su vida y comenzara a forjar su propio destino.

Y su destino, su vida era Kibum, su hermoso gatito.

No fue fácil dejar todo atrás, pero lo hicieron. Se mudaron a Amsterdam, a “El Grachtengordel”, un hermoso barrio residencial de la capital holandesa. Kibum mudó su taller de diseño a la inmensa casa que compraron. Minho inició su propia empresa de asesoría financiera.

Una vez que estuvieron establecidos, se casaron. Fue una ceremonia muy especial, sobre todo porque sus amigos más cercanos hicieron el esfuerzo de acompañarlos.

Lo siguiente fue iniciar los trámites de adopción. En honor a la verdad, había sido un trámite muy engorroso, sin embargo sintieron que cada minuto había valido la pena cuando tuvieron en sus brazos al pequeño Yoogeun quien había sido abandonado por su madre con apenas un mes de nacido.

Yoogeun se convirtió en lo más preciado para ambos. En un tesoro que debían cuidar celosamente. Así lo hicieron. La mirada de felicidad de Yoogeun era la prueba. Minho y Kibum habían entregado lo mejor de sí para que su hijo creciera colmado de amor y seguridad.



Sí, definitivamente su familia, Minho y Yoogeun, era lo único que Kibum necesitaba para ser feliz.  Con su amor habían logrado que el rubio superara sus miedos y aunque su vida en pareja no estaba libre de problemas, siempre los solucionaban, como lo que eran, una familia.


PSD: vean el video oficial para apoyar al artista y tengo sueñooooo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

snif...snif...snif!! me encanto, fue tan lindo :3

Alessa dijo...

awww me encanta que te encante(?) Gracias por leer!!

Unknown dijo...

wahhh tu pagina y one shot estan fenomenal!!

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