Lo quiero todo contigo (One Shot)

RESUMEN: Cuando Kibum conoce a Minho piensa haber encontrado a su príncipe azul pero lástima que Minho no cree en cuentos de hadas y finales felices. El no necesita compromisos ni ataduras para ser feliz… o eso es lo que cree.



PAREJA: Minkey <3

GÉNERO:     AU, Romántico

CLASIFICACIÓN: +13

ADVERTENCIAS: mpreg 


 ONE SHOT

Quienes lo conocían decían que era muy ingenuo, pero a Kim Kibum poco le importaba. Él seguiría creyendo en los cuentos de hadas, en los príncipes azules y en los finales felices. A sus veinticinco años, había tenido varias relaciones amorosas pero en ninguna de ellas había encontrado lo que quería, ninguna había sido lo que él siempre había soñado para sí.

¿Era mucho pedir encontrar un buen hombre que lo hiciera feliz?
Al parecer, sí.


—.—
Aquel  sábado era un agradable día para mudarse de departamento, tal como lo estaba haciendo Kibum. Su contrato anterior de arrendamiento se había acabado hace un mes y como el departamento era demasiado húmedo, había preferido buscar un mejor lugar para vivir. Después de todo, su salario como editor de la sección de modas en una revista de renombre internacional era lo suficientemente alto como para permitírselo.

Kibum estacionó su auto frente al conjunto de departamentos que sería su nuevo hogar y mientras terminaba de sacar de su vehículo varias cosas que había llevado consigo, otro auto se estacionó al lado del suyo. Un hombre alto que aparentaba tener su misma edad bajó de aquel auto, sonriendo y mirando todo a su alrededor.


Kibum, quien lucía su cabello negro en una melena peinada hacia un lado se le quedó mirando un tanto extrañado, pero continuó su camino hacia su nuevo departamento llevando sus pertenencias, afortunadamente el edificio contaba con ascensor porque de otra manera, Kibum  hubiera quedado exhausto al llegar a su destino. Subió al ascensor y antes de que se cerrara, el chico que había encontrado en el estacionamiento también se embarcó apresuradamente.

Algo incómodos con la presencia del otro,  pulsaron el mismo botón marcado con el número nueve, al parecer se dirigían al mismo piso.
Cuando el ascensor se abrió, fue Kibum el primero en salir apresuradamente  siendo escoltado muy de cerca por el otro chico. La verdad es que esa situación ya le estaba pareciendo extraña y tenía toda la razón porque cuando estuvo frente a la puerta de su nuevo departamento tratando de introducir la llave en la cerradura, el mismo chico que había encontrado en el estacionamiento y en el ascensor también quiso realizar la misma acción, en la misma puerta y en la misma cerradura.

Era lo único que le faltaba, que a ambos les dieran la llave del mismo departamento.

Disgustados por semejante mal entendido, llamaron al administrador del edificio para que aclarara la situación, pero a ninguno le contestó. Así que, como si se tratara de una competencia, ambos lucharon para entrar en el departamento, empujándose para entrar el uno antes que el otro e incluso maltratando el equipaje ajeno.

Al final, nadie les pudo explicar el por qué les habían entregado la llave del mismo departamento, no había otro departamento vacío en ese edificio y ni Kibum ni el otro chico tenían donde alojarse y dejar sus pertenencias, así que llegaron a un acuerdo y decidieron, a regañadientes, compartir el departamento, que en realidad no era tal cosa era más bien un espacioso piso, el lugar consistía de un baño, una cocina y una gran habitación dividida tan solo por columnas.

Desde que comenzaron la disputa por entrar en el departamento, fue obvio que no había mucha simpatía entre ellos y ese hecho se fue acentuando cuando comenzaron a llenar el piso de sus pertenencias y lo primero que hicieron fue dividir el espacio de cada uno con cinta de color dejando como espacios comunes el baño, la ducha y por supuesto la puerta de entrada.


Estaban a punto de terminar la mudanza, cuando ambos se enfrentaron en medio del departamento, sus miradas altivas y algo rencorosas se cruzaron, queriendo demostrar que ninguno estaba por dar marcha atrás en lo que habían acordado, a pesar de la incomodidad y molestias que seguramente representarían la presencia del otro en el mismo lugar.

Kibum dio por terminada esa guerra de miradas saliendo del departamento y azotando con mucha fuerza la puerta para demostrar que nadie se metía con él, pero no contó con que su compañero de departamento iría atrás suyo y que la puerta impactaría directamente en la cara del chico provocando que se cayera desmayado en el entrada de su nuevo hogar.

Cuando Kibum regresó, lo encontró en ese mismo estado, desmayado en la entrada del departamento. Regresó a ver la puerta semi-abierta y se dio cuenta que había sido su culpa. Alarmado, trató de ayudarle, pero no se le ocurría otra cosa más que aventarle un poco de aire porque ni siquiera podía llamarlo por su nombre ya que no se lo había preguntado.

Después de varios minutos, el chico recuperó la conciencia. Un par de hermosos ojos felinos y labios acorazonados fueron lo primero que vio.

— ¿Estás bien? — inquirió preocupado el dueño de aquellos ojos y boca.
— Sí, pero ese sí que fue un buen golpe. — respondió el chico tocándose el rostro.
— Lo siento, no fue mi intensión golpearte con la puerta. — se disculpó Kibum. — Y ni siquiera sabía cómo llamarte, porque no sé tu nombre….
— Choi Minho — le interrumpió el chico con una gran sonrisa y esa fue la primera vez que Kibum se fijó en los grandes y hermosos ojos que el chico poseía.
— Mucho gusto — fue su respuesta.

A partir de ese momento, la tensión y hostilidad entre ellos despareció. Ya ni siquiera recordaban la razón por la que se habían caído tan mal al inicio. Su convivencia diaria no dejó de ser un poco complicada debido al excesivo orden y limpieza que Kibum mantenía en el piso o a la costumbre que tenía de poner recordatorios y avisos en todas partes incluso en la tapa del baño, cosa que le causaba mucha gracia a Minho; pero a pesar de todo eso y más, al  menos se respetaban y consideraban.

Así por ejemplo, cuando en la noche Minho dormía y Kibum necesitaba ir al baño, trataba de no prender las luces y hacer el menor ruido posible para no despertarlo aún a riesgo de golpearse las piernas con algún mueble por la poca visibilidad. La misma consideración tenía Minho cuando Kibum necesitaba trabajar hasta la madrugada en su computador; Kibum no prendía las luces para no incomodarlo pero Minho las prendía, utilizaba un antifaz para tapar sus ojos, así evitaba la luz y dormía en paz.


Conforme transcurrían los días, la convivencia se hizo más llevadera y llegó un momento en el que ya no les incomodaba la presencia del otro, es más, se habían acostumbrado a la compañía mutua. Pero algo más estaba cambiando para Kibum, porque mientras más conocía a Minho, más le gustaba y no precisamente de forma fraternal.

No sabía exactamente lo que le gustaba de Minho, si su atractivo físico o su forma de ser tan carismática y alegre, pero Kibum luego de pensarlo con detenimiento llegó a la conclusión de que era una mezcla de ambas cosas lo que le traía como loco por él. Quizá se estaba equivocando, quizá solo era una ilusión, no sabía cuándo ni cómo pero se había enamorado de Minho.

En realidad, aunque Kibum no fuera consciente del momento en el que había surgido en él ese sentimiento hacia Minho; los constantes paseos y amenas charlas debieron influir algo en aquello.

Desde que dejaron de lado la mala actitud hacia el otro, habían establecido una  agradable rutina. En la tarde, después del trabajo, se reunían en una pequeña cafetería cercana a su departamento. Hablaban de muchos y variados temas, a veces discutían por la discordancia de sus puntos de vista pero al final siempre se disculpaban y reían como dos tontos. Luego iban al departamento y cuando no tenían trabajo pendiente, se sentaban en el viejo sofá de Kibum y miraban televisión o una película hasta que el sueño los vencía.

Para Kibum ese era su momento favorito del día, poder disfrutar de los cómodos silencios y la cálida compañía de Minho, pegar disimuladamente su cuerpo al otro, rozar “accidentalmente” su mano con la de Minho, escuchar su respiración o su risa, y hasta disfrutaba observar el ceño fruncido del chico de ojos grandes cuando la película o programa no le gustaba.

Era por esos pequeños detalles que Kibum estaba seguro de que, al fin había encontrado a su príncipe azul, aquel hombre con el que lo quería todo: matrimonio, una casa, un hogar con muchos pequeños Minho y traviesos Kibum, lo deseaba todo con Minho, anhelaba compartir toda su vida con aquel apuesto chico de mirada alegre y sonrisa encantadora.

Pero primero lo primero, antes de poder volver realidad todos aquellos sueños con Minho, Kibum debía saber si era correspondido. Así que, una mañana que paseaban por el parque mientras bebían malteadas, Kibum lo arriesgó todo y besó a Minho esperando ansiosamente que este le correspondiera con la misma pasión con la que él le estaba besando.

Al principio Minho se mostró sorprendido al sentir los labios de Kibum sobre los suyos, pero después que fue consciente de que lo estaban besando y de quién lo estaba haciendo, le correspondió y comenzó a besar a Kibum con todas las ganas y deseo contenido desde que lo conoció.

Kibum hizo un baile feliz en su mente. Minho lo estaba besando y ahora podía estar seguro de que él también sentía algo, aunque no estaba seguro de que sus sentimientos fueran igual de intensos que los de él. Quería dejar en claro su relación de una vez por todas, así que se separó del beso y le preguntó:

—Minho ¿Qué significa para ti este beso?

Minho lo miró un tanto dudoso: — Pues… que me gustas. Y me gustó besarte y… quiero más — lo último lo dijo casi en un susurro mientras acercaba su boca a la de Kibum.

Esa pequeña declaración fue suficiente para que Kibum dejara sus reservas a un lado y volviera a fundir sus labios con los de Minho, el hombre que amaba.


Ese mismo día, Kibum y Minho comenzaron su relación amorosa. Con altibajos, debido a sus diferencias de personalidad, pero al final del día siempre se reconciliaban con muchos besos que desembocaban en deliciosas sesiones de sexo.

Los días pasaban y Kibum se sentía más enamorado de Minho, ya no concebía su vida sin él. Por eso, decidió darle pequeñas señales para que supiera que ya no le bastaba ser su novio.

Así, un domingo que fueron de compras, Kibum arrastró a Minho a una joyería y cuando pasó frente al mostrador de anillos de compromiso, tocó entusiastamente su brazo para llamar su atención mientras decía: — Mira, Minho. Son hermosos, creo que mi favorito es aquel — mencionó señalando un hermoso anillo de oro blanco. — Me encantaría que me dieran ese anillo como muestra de amor…

Minho no escuchó más, simplemente se alejó del lugar con total indiferencia.


A pesar de aquel desplante, Kibum no se rindió ni lo tomó a mal. La siguiente oportunidad de mostrarle a Minho lo que quería se dio en un parque, era de noche y ambos sonreían y charlaban mientras se columpiaban como si fueran aún niños. Kibum miraba con ojitos brillantes a una niña jugando con su madre, a Minho le llamó la atención la alegría y el anhelo que reflejaban los orbes felinos por lo que miró también lo que tanto observaba Kibum. No entendió por qué Kibum se emocionaba al ver a aquella niña con su madre, pero enseguida el de ojos felinos se lo aclaró:

—Me gustaría  poder hacer lo mismo. Me encantan los niños y quisiera tener un bebé, mío y de la persona que amo, es algo que deseo mucho…

Y Minho lo entendió, entendió lo que Kibum quería de él. Se dio cuenta de que a Kibum no le bastaba ser su novio, su amante. Él quería matrimonio, eso es lo que le había querido decir en aquella joyería, también quería tener hijos con él por lo que acababa de escuchar. Pero apenas asimiló la situación, Minho se aterró.

Minho no quería ni matrimonio, ni hijos ni nada que implicara una vida según él -aburrida, amarrado a una sola persona por el resto de su vida- le gustaban los niños pero no quería tener propios aún. 

Siempre se había considerado un ser libre, sin ataduras y responsabilidades. Disfrutaba mucho del tiempo que compartía con Kibum, le gustaban sus besos, sus caricias y el sexo con él. Pero de ahí a querer comprometerse formalmente, había un gran trecho.

Hasta ese momento de su vida, Choi Minho, de profesión fotógrafo y aficionado a los deportes creía tenerlo todo para ser feliz, no creía que fuera necesario, comprometerse más con Kibum, “eso sólo le traería dolores de cabeza”.


—.—
Kibum estaba muy dolido por la actitud de Minho. Se había mostrado frío e indiferente ante sus insinuaciones de querer casarse y tener hijos con él. Pero aún le quedaba algo por hacer y se prometió que, si después de ese último intento obtenía una respuesta desagradable de parte de Minho, todo terminaría.


El reloj marcaba las once de la noche y Minho no llegaba al departamento. Kibum había preparado una deliciosa cena para él, con la esperanza de que pudieran hablar y aclarar todo. Pero Minho no daba señales de vida, ya le había llamado al celular, pero nada, al parecer no quería hablar con él ni que supiera donde estaba. 

Después de esperar durante horas por él, Kibum ya se caía de sueño, había tenido un día duro en el trabajo y aún así había preparado toda aquella comida que yacía en la mesa. La tristeza y el cansancio lo vencieron, Kibum se levantó de la silla en la que permanecía sentado y se fue a su improvisada habitación a descansar.

—.—
Al día siguiente, Minho llegaba al departamento sigilosamente. Esperaba que Kibum aún estuviese dormido y así no darle explicaciones de nada. Pero para su desgracia, en el momento en el que pensaba ir a su espacio, Kibum salía del baño.

— Hola, Kibum — le saludó algo tenso.
— Sí, hola. ¿Puedo saber dónde pasaste la noche? — inquirió Kibum mirándolo.
— Por ahí — fue la escueta respuesta del alto.

Kibum prefirió dejar la charla de esa manera, no quería discutir más. Pero aquello estaba lejos de terminar, y la situación se volvió insoportable en el desayuno.

Minho ya se había duchado y leía el periódico mientras bebía un vaso de jugo en la cocina. Kibum entró al lugar y le ofreció waffles, a lo que Minho respondió: — No quiero.

— Entonces… quieres que te prepare café o quizá quieres leche… si quieres puedo…
— ¡No Kibum! No quiero nada, déjame en paz, ya pareces mi mamá — le contestó con desdén.
— No entiendo, Minho. Sólo quiero ser amable contigo y tú me respondes así, no entiendo.
— Sí, no entiendes. Tampoco entiendes que no quiero una esposa o esposo, o hijos o una casa con jardín y un perro. No quiero nada de eso, no me interesa — soltó el alto, desahogando todo lo que le había estado molestando.

Minho había sido directo y Kibum sintió cada palabra como una daga clavándose en su corazón. Pero lo entendía, ya no iba a rogarle más a Minho.

— Está bien. Entonces lo nuestro, si es que alguna vez tuvimos algún tipo de relación; se termina aquí, Minho — aseguró tajantemente. — Yo seguiré mi camino, seguiré buscando a la persona que me haga feliz, un hombre que no tenga miedo al compromiso. Porque lo quiero todo, Minho Quiero todo eso que tu pareces despreciar: matrimonio, una casa con jardín y un perro… y muchos niños. — terminó de decir Kibum, ahogando los sollozos en su garganta.


—.—
Las palabras de Kibum habían dejado un mal sabor de boca en Minho. No le gustó para nada escuchar que el de ojos felinos buscaría a un hombre que le diera todo lo que quería. Odió pensar que Kibum se iría, que lo dejaría y que nunca lo volvería a ver. La desesperación se apoderó de él, al imaginar a Kibum con otro hombre, sonriente frente a una casa de la que salían varios niños sonrientes, niños que se parecían a Kibum pero cuyo padre no era él, Minho.

—.—
Esos pensamientos, estaban confundiendo lo que siempre había creído querer para su vida. Pensó que yendo a nadar despejaría su mente y que esas imágenes de Kibum con otro hombre y niños que no era sus hijos, ya no le importarían ni le afectarían después de nadar por toda la piscina. Pero no fue así, al salir del agua, se sintió peor. La agonía que le provocaba el hecho de perder a Kibum le estaba carcomiendo la mente y el corazón. Tenía que hacer algo para arreglar todo ese lío que él mismo había provocado.

Pero tan distraído caminaba por el filo de la piscina que ni cuenta se dio de los objetos que en el suelo reposaban. Tan sólo se sintió caer, un dolor en la espalda y cabeza y después todo se volvió negro.

Kibum ya había empacado la mayoría de sus pertenencias, tan solo faltaban algunos libros y ya todo estaría listo para salir de aquel departamento. Después de la pelea con Minho, había llamado a un amigo para rogarle que le permitiera dejar sus cosas en su casa mientras él se iba a un hotel en tanto conseguía un nuevo departamento.

Ya no tenía sentido estar ahí, la relación con Minho se había ido a pique y ya nada sería igual. Lo mejor era irse, dejar que Minho hiciera su vida como mejor le pareciese. Él haría lo mismo, comenzar de nuevo lejos del hombre que amaba pero que le había hecho daño y a pesar de todo, estaba seguro de que algún día encontraría a su príncipe azul, a su hombre soñado con el que compartiría un hogar y al que le daría muchos niños.


—.—
Minho volvió a la consciencia sintiendo un fuerte dolor de cabeza pero el malestar desapareció cuando abrió los ojos y lo primero que vino a su mente  fueron los hermosos ojos felinos que tanto amaba. Porque sí, ahora estaba seguro, ya no podía negarlo, amaba a Kibum, lo amaba con todo su corazón.


—.—
Kibum tomó su maleta y se dirigió a la salida del departamento, ya había llevado sus demás pertenencias a su auto. Tan solo quedaba despedirse de aquel lugar en el que había compartido muchos buenos momentos con Minho. Melancólico con lágrimas en los ojos, caminó para salir de allí, pensando en que vendrían días mejores…

El sonido de la puerta abriéndose, lo sacó de sus cavilaciones. Era Minho, quien cansado por correr y asustado al pensar que quizá Kibum ya se habría marchado se le acercó sin dudar  y lo abrazó, lo abrazó estrechamente sin querer soltarlo, nunca más.

Kibum lo supo, lo sintió en aquel abrazó. Minho lo amaba. No hubo más palabras sin embargo supo que ahora tendría todo lo que quería.



El día en el trabajo había sido agotador, muchas modelos que fotografiar y mucho ruido alrededor. Minho disfrutaba de su trabajo como fotógrafo pero en días como esos, prefería no haber salido de casa.

Detuvo el auto frente a una linda casa de dos pisos, blanca con finas franjas rosas. Sonrió al ver a dos pequeños niños de cuatro años y a un cachorro salir de ella, corriendo en su dirección.

— ¡Bienvenido a casa, papá! — le saludaron al unísono, colgándosele del cuello. Mientras el cachorro ladraba contento de ver a uno de sus amos.
— Gracias, hijos — contestó Minho, feliz por tan efusiva y cariñosa bienvenida. — ¿Y su papi? — les preguntó mientras los alzaba en brazos.
— Está en el baño, se siente mal otra vez — contestó triste uno de los pequeños.

Una vez que llegaron al interior del lugar, Minho los bajó de sus brazos y les pidió que fueran a lavarse las manos antes de comer. Se dirigió al segundo piso rumbo a la habitación que compartía con su esposo. Pero a medio camino, un muy pálido Kibum le recibió.

— Hola bebé ¿otra vez los vómitos? — inquirió abriendo sus brazos para que su esposo entrara en ellos.
— Sí, tu hija me tiene pegado al baño — contestó cansado pero sonriente, Kibum.
— Aún no sabemos si será niña…
— Lo es, Minho. Estoy seguro. — declaró Kibum abrazando a su esposo. — Ya tenemos gemelos varones, ahora nos corresponde una niña — eso no funcionaba así, pero lo mejor era no contradecir a un embarazado.
— Está bien, amor. Sea lo que sea, lo amaremos. — dijo Minho, besando a su hermoso esposo.

Pero el beso no duró mucho, porque sus hijos vinieron cual huracán, arrasando con todo a su paso.

— Papa, papi. Ya tenemos hambre — informaron los gemelos.
— Sí, vamos a la cocina ahora mismo — ofreció Kibum caminando tomando de las manos a sus hijos.


Minho fue tras ellos, dichoso de poseer tan hermosa familia. Después de todo, ahora reconocía que su vida, la vida con su esposo, sus hijos e incluso con el cachorro que tan alegremente lo recibía era lo que siempre había querido.




FIN 




PSD: este OS está basado en el siguiente video, así como algunas personas le gusta adaptar libros a mi me gusta adaptar videos XD. no encontré el video subtitulado pero igual la letra no tiene mucho que ver con el contenido del video.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encantaaaaa * grita como loca * :DDDDD
Ya echaba de menos unas de tus fanfics minkey .
. Espero que tengas inspiración y puedas actualizar tus demás fanfics *^* .
Un beso y un abrazo psicológico desde España :3

Minkey Shipper dijo...

ESCRIBES PRECIOSO <3 Cada una de tus historias es única, no entiendo cómo no encontré este blog antes, pero agradezco haberlo encontrado ahora. Antes de dormir, cada día estoy leyendo uno de tus fics. Y este me encantó *o* Gracias por compartir estas bellezas con nosotros. Me emocionó cuando terminaron así de felices, con sus hijos, su amor y el cachorro <3

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