Las marcas y/o lugares que menciono no me pertenecen, los nombro sin ningún fin de lucro.
CAPÍTULO 2
El
día de la boda llegó, eran las cinco de la tarde y la ceremonia de matrimonio
se llevaba a cabo en un salón de eventos
alquilado por Minho especialmente para el evento. La pareja permanecía de pie
delante del juez, tomados de la mano decían sus votos de amor y compromiso para
luego colocarse los anillos de matrimonio. A continuación, el juez los declaró
legalmente esposos y con una sonrisa en el rostro, felices se besaron confirmando
de esa manera el amor que se tenían.
A
la ceremonia asistieron casi todos los amigos y familiares de Minho, incluyendo
a Jonghyun que algo reticente saludó a los recién casados, la única que no
había asistido era Sulli, de nuevo la prima de Minho estaba ausente por asuntos
de trabajo. De parte de Kibum, obviamente nadie asistió, al rubio le daba un
poco de tristeza no tener nadie con quien compartir en el día más importante de
su vida hasta el momento, pero al menos no se sentía solo, porque los tíos y
primos de Minho eran muy amables con él, a excepción de Jonghyun, sentía que ya
los quería como si fueran su familia.
Después
se trasladaron al departamento de Minho, el cual era lo suficientemente grande
para albergar a los amigos y familiares del alto que asistieron a la ceremonia
de casamiento. Las bromas y los comentarios sobre los recién casados no se
hicieron esperar, por la forma en la que aconsejaban no había duda que los
seres queridos de Minho lo amaban mucho. Kibum se sentía tan feliz por estar
entre todas esas personas tan amables, los primos de Minho eran muy graciosos,
le hacían bromas de cómo tratar a Minho y otros le contaban anécdotas de cuando
el alto era niño. Entre risas, el tiempo pasó rápido y a la medianoche debían
partir al aeropuerto para viajar a Bora Bora. Despidiéndose de todos los
presentes Minho y Kibum salieron del departamento, contentos rumbo a su luna de
miel.
Eran
las ocho de la mañana cuando llegaron a Bora Bora. Kibum miraba asombrado la
isla pero lo que más le gustó fue el mar y su color turquesa. Y a Minho lo que
más le gustaba era ver a su esposo contento y sonriente.
Cuando
entraron a la villa que Minho reservó tiempo atrás, Kibum casi se desmaya de la
impresión, el lugar era simplemente hermoso. Se notaba que todo estaba
construido para satisfacer gustos muy exigentes, cada rincón del lugar poseía
un toque de la arquitectura local, el lugar podía estar revestido de madera sin
embargo tenía un toque muy lujoso. Pero para Kibum, la habitación era lo mejor
de todo ya que tenía una espectacular vista al mar.
—
Mi amor, esto es hermoso — expresó el rubio sorprendido, anonadado por la
villa.
—
Sí, sabía que te gustaría, por eso lo elegí — dijo un sonriente Minho tomándolo
de la cintura para besarlo.
—
Espera, quiero ir a la playa — pidió
Kibum separándose de un fogoso Minho, que quería tenerlo ya en la cama.
—
Después gatito. Mira cómo me tienes — rogó el alto, dirigiendo la mano de Kibum
hacia su miembro muy despierto.
Kibum
no se resistió más, dejó que Minho lo llevara a la cama y lo desnudara poco a
poco mientras repartía besos en su rostro, cuello, pecho y abdomen. Dejando de
besar a Kibum, Minho se incorporó en la cama y comenzó a desvestirse. Kibum
miraba encantado el cuerpo tonificado y musculoso de su marido y de un momento
a otro puso a Minho debajo suyo y comenzó a besarle profusamente en los labios,
continuó haciendo un camino desde su mandíbula hasta su ingle, tenía en frente el
generoso miembro de su amor el cual lamiéndose los labios comenzó a chupar,
primero el glande y luego como un experto introdujo todo el tronco en su boca.
Minho
jadeaba incontrolablemente, Kibum lo hacía sentir tanto placer y era una de las
cosas que lo enloquecía, pero sobre todo era esa mirada llena de tantos
sentimientos y sabía que su rubio lo amaba y que daba todo de sí para
demostrarlo.
El
alto, sentándose en la cama, tomó a Kibum de los brazos y lo puso de espaldas
en la cama y posicionándose sobre él volvió a devorar con gula esos labios que
lo enloquecían y que ahora serian sólo suyos para toda la vida. Con su mano
derecha, sin dejar de besarlo, comenzó a acariciar las rosadas tetillas del
rubio. Kibum sintiendo crecer aun más su excitación gimió sin parar, gemidos
que Minho acallaba con su boca, introduciendo su lengua hasta el fondo de la
boca de su rubio.
Poco
a poco bajó su mano hasta encontrarse con el miembro del rubio con el cual jugó
mientras seguía besándolo. Cuando sintió que el rubio estaba muy duro, bajó la
mano hasta su ano y comenzó a acariciarlo. Después de unos momentos, le pidió a
Kibum que se diera la vuelta y alzara el trasero. El rubio, así lo hizo.
Colocándose
detrás de Kibum inició besando las mejillas de ese hermoso trasero que lo
enloquecía, siguió introduciendo su lengua en la entrada del rubio, quien al
sentir la intromisión gimió sin parar, empujando sus caderas hacia atrás para
que su amor introdujera más profundamente su lengua.
Minho
lubricó la entrada del rubio con su saliva por un buen rato y obedeciendo a su
amor que pedía que lo penetrara, se levantó de la cama y volvió después de unos
segundos con un sobre plateado, el cual rompió apresuradamente para colocar el
preservativo en su dolorido pene que clamaba por fricción.
Tomando
con una mano la cadera de rubio, colocó su pene en la entrada del rubio y de
una sola estocada lo introdujo en el interior de aquel cuerpo que lo hacía
vibrar. Enseguida comenzó a moverse lentamente, tratando de encontrar el punto
de placer del rubio y cuando lo hizo, guiado por los dulces gemidos de su
esposo, aceleró los movimientos, golpeando ese punto dulce una y otra vez,
escuchando la hermosa melodía que eran los gemidos del rubio.
—Ah,
ah, ahí… más, más… — pedía el rubio balanceando sus caderas hacia atrás para
que Minho lo penetrara aún más profundo
Tomando
a Kibum del dorso lo elevó para poder besarlo y embestirlo al mismo tiempo con
más fuerza, el rubio tomando la cabeza del alto profundizó el beso, ahora era
un beso más salvaje más necesitado, pero esos eran los que más disfrutaban.
Minho estaba a punto de terminar, así que
saliendo del rubio, lo colocó de espaldas en la cama y volvió a meter su
miembro en ese ano dilatado con las embestidas anteriores. Retomaron el ritmo
rápido y duro mientras se besaban con pasión. Minho entraba y salía de Kibum de
una manera salvaje y Kibum acariciaba su
cuello, su espalda y luego colocaba sus manos en las nalgas de Minho para
tratar de profundizar las embestidas.
No
aguantaron mucho más de esa manera, pronto sintieron esa tensión electrizante
que anunciaba un exquisito orgasmo. Unas embestidas más y ambos terminaron al mismo tiempo.
Después
de estar abrazados unos minutos, Minho salió de Kibum para sacarse el condón y
tirarlo en la
basura. Enseguida se acostó en la cama y atrajo al rubio a sus
brazos, besándose y acariciándose comenzaron a conversar:
—
Sabes mi vida… estaba pensando que ya no quiero utilizar condón. Sé que es muy
rápido para comenzar a tener bebés, quizá puedas tomar pastillas o inyectarte
algo para no embarazarte — sugería Minho acariciando la mejilla del rubio.
Kibum
estaba de acuerdo, él también lo había pensado, pero antes que embarazarse a lo
que tenía miedo era a haberse contagiado de alguna enfermedad en todo esos años
que se dedicó a la prostitución y luego a satisfacer a Dongwoon y sus
compinches. Pero hace unos días se había realizado una prueba de sangre y
afortunadamente no tenía nada contagioso e incurable, a pesar de eso sabía que
si no le habían contagiado nada, debía agradecérselo a todos los dioses
existentes porque era una verdadera suerte el no haberse enfermado luego de
esas veces en que lo tomaban sin protección. Había conocido a muchos chicos y
chicas que a la primera habían contraído cualquier cantidad de enfermedades
venéreas pero la que más había temido siempre era el SIDA. Era cierto que en
ocasiones había tenido infecciones pero nunca nada serio, la verdad, se sentía
muy afortunado.
—
Está bien. Mañana vamos a una farmacia y pedimos un set de pastillas
anticonceptivas — alentó el rubio.
— Ahora que estamos casados, yo también
quiero sentirte sin nada de por medio — reconoció acariciando el pecho del
alto. Lo que no dijo Kibum fue que ya estaba tomando las pastillas y que lo
único que tenía que hacer era no descontinuar su uso.
Minho
sonrió satisfecho por la respuesta de su esposo y enseguida tomó posesión de
los labios del de ojos felinos, sus cuerpos
poco a poco fueron reaccionando a las caricias y besos y más que pronto
volvieron a hacer el amor.
Al
final, no salieron de la cama hasta el día siguiente que despertaron sonrientes
y más que satisfechos. Una vez fuera de la cama, desayunaron en el balcón que
quedaba junto al dormitorio y que además tenía una estupenda vista al mar.
Luego pidieron que les llevaran a una farmacia en dónde pudieran comprar las
pastillas anticonceptivas y resultó ser que el mismo hotel tenía aquel servicio
así que no tuvieron que ir lejos para conseguirlas.
Más
tarde, luego de ir a pasear por los alrededores del hotel y almorzar, decidieron
ir al bar del hotel y tomarse las bebidas típicas del lugar y entre copa y copa
y una amena conversación la noche llegó. Agotados lo único que hicieron fue
acurrucarse en cucharita y dormir plácidamente hasta el siguiente día.
La
dos semanas que estuvieron en Bora, Bora las disfrutaron al máximo. A decir
verdad, estuvieron la mitad del tiempo haciendo el amor en la cama o en
cualquier lugar de la villa, pero la otra mitad para Kibum, quien nunca había
ido al lugar a diferencia de Minho, fue también inolvidable. Un día, alquilaron
un helicóptero para dar un paseo aéreo por toda la isla, otro día se unieron a
la caminata que los internaba en las profundidades del bosque de la misma.
Hicieron buceo y otros deportes acuáticos. Pasearon en un velero sólo para los
dos y también habían pasado mucho tiempo en el spa del hotel. Cenaron a la luz
de la luna y la brisa marina de compañía. Y aunque era lo más simple que podían
hacer, para la pareja era muy romántico permanecer uno al lado del otro en la
playa, tomando sol mientras leían algún folleto turístico o revista
proporcionada por los empleados del hotel. En resumen, la luna de miel de la
pareja fue muy hermosa y relajante.
En
realidad, la luna de miel duraría más tiempo, pero al culminar las dos semanas
en el lugar, Minho recibió una llamada de su tía, la madre de Jonghyun, quien le
informó del accidente del mismo. Había estado conduciendo un poco ebrio y había
chocado contra otro auto, en consecuencia terminó en el hospital con un golpe
en la cabeza y una nariz rota. Jonghyun era quien se encargaba de viajar a
algunas partes del mundo para supervisar las operaciones más importantes de sus
negocios, pero ya que estaba en el hospital, al no haber nadie de más
confianza, le tocaba a Minho realizar aquellos viajes y así se lo informó a su
esposo:
—
Debemos viajar ahora mismo a casa. Jonghyun se accidentó y no puede viajar para
supervisar nuestros negocios. Tengo que ir a ver como está y a recoger algunos
papeles que necesito antes de partir a Hong Kong, nuestro primer destino.
—
Dijiste ¿debemos? y ¿nuestro? — inquirió sorprendido Kibum, quien no creía que
Minho fuera a llevarlo con él.
—
Por supuesto, corazón. No pensarás que voy a dejar que te quedes solo en Seúl
por tanto tiempo, cuando apenas si hemos comenzado nuestra luna de miel… — dijo
coqueto el alto.
—
Ay Minho, no creo que tengas tiempo de estar conmigo. Viajas por trabajo no por
placer… — le recordó el rubio
—
Lo sé. Pero aún si no pudiera pasar mucho tiempo contigo, tú en cambio, podrás
pasear y conocer todos esos lugares a los que iremos, además todas las noches
te veré y dormiremos juntos, abrazaditos… ¿no me digas que no te gusta la idea?—
ofreció Minho para que Kibum no dudara más.
Y
poniendo un pucherito delicioso, Kibum contestó: — Está bien. No digas más, iré
contigo.
Dicho
eso, ambos arreglaron sus maletas y tomaron un vuelo privado a Seúl. Una vez
que llegaron a la capital surcoreana, lo primero que hicieron fue visitar en el
hospital a Jonghyun, quien con algo de desagrado saludó a Kibum, a quien no le
importaron los gestos hostiles, él estaba ahí por su esposo no por Jonghyun.
Una
vez que salieron del hospital, fueron al departamento de Jonghyun a recoger los
documentos que Minho necesitaba, luego tomaron un taxi para ir al departamento
de Minho a recoger el equipaje que llevaría para el largo viaje. Por su parte,
Kibum le pidió, más bien le rogó que no fueran a su cuarto, pensando que
Dongwoon podía estar ahí y no quería confrontarlo mucho menos si estaba Minho
con él.
Minho
accedió, y le prometió que le compraría ropa en todos los lugares a los que
irían, el alto creía que la razón por la que Kibum no quería ir a su cuarto era
que no tenía la ropa adecuada para viajar, pero eso a Minho no le importaba.
Creía saber la situación en la que había vivido su rubio y por eso ofreció
comprarle todo lo que quisiera, total él se lo podía permitir.
Otras
de las razones por las que Kibum no quería ver a Dongwoon y que supiera que
había vuelto de la luna de miel, era que en ese preciso momento, encerrado en
el baño del departamento de Minho, pensaba hacer una llamada que hundiría a
aquel tipo en la cárcel. Al principio había ideado mandar a matar a Dongwoon,
pero luego lo pensó mejor y creyó que lo más apropiado era delatarlo. Dongwoon,
aparte de utilizarlo a él, utilizaba a decenas de chicos y chicas para
prostituirse y estafar a personas con dinero. Además tenía tratos con algunos
expendedores de drogas y armas. Era buscado por la policía por varios crímenes
y sabía que si les decía dónde podían encontrarlo a él y su banda lo arrestarían
de inmediato. Y la condena que le darían no sería para nada corta. Así que
decidido, llamó a la policía:
“Departamento
de Policía de Seúl”— contestaron a la llamada.
—
Sí, quiero informar del paradero de Son Dongwoon, sé que lo están buscando por
varios delitos — dijo Kibum, sosteniendo un paño en el auricular del teléfono
para distorsionar su voz.
“Sí, espere un momento, le paso con el agente
que lleva el caso…”
Kibum
esperó un par de minutos y una vez que aquel agente le preguntó lo que sabía,
le dijo de los lugares en donde Dongwoon guardaba su mercancía, los lugares
donde mantenía a los chicos y chicas que explotaba, le dio los nombres de la
gente con quien trabajaba e incluso le dio la dirección de su cuartito, ya no tenía
nada ahí, la ropa que tenía, sus cosas personales y sus documentos los llevaba
consigo en el equipaje que había llevado a Bora Bora y lo demás estaba en
algunas bolsas que había dejado en el departamento de Minho. Así que no le
importaba que requisaran aquel cuarto, ahí no encontrarían nada que lo
relacionara con Dongwoon.
Decenas
de policías fueron a apresar a Dongwoon, lo habían buscado en todos los lugares
mencionados por Kibum, pero en el que lo habían encontrado era en el cuarto en
el que vivía el rubio. Ya habían apresado a la mayoría de personas que
componían su banda, el resto se había resistido y muerto por haber querido
escapar. Habían liberado y puesto a buen resguardo a los chicos y chicas que
explotaban y Dongwoon sabía todo eso, estaba acorralado, estaba consciente de
que si no se entregaba moriría por resistirse. No sabía a ciencia cierta quién
lo había delatado, pero él no pensaba ir a la cárcel, era mejor morir
intentando escapar y eso es lo que haría, pero antes tomó su laptop y mandó
varios videos y mensajes a un amigo de su confianza. Le encomendó que leyera
los mensajes y mandara los videos comprimidos en un archivo que solamente se
abría con una clave, a una dirección en específico. No estaba seguro de que
fuera Kibum el que lo había traicionado, creía que el rubio no cambiaria todo
ese dinero que ganarían matando a Minho por nada, pero de todas maneras le
dejaba un regalito de despedida al ahora esposo del rubio.
Kibum
creía que después de que la farsa terminara se escaparía de sus manos, pero
estaba muy equivocado. Dongwoon no pensaba dejar que Kibum se fuera, lo tendría
encerrado en un lugar obscuro que sólo el conociera de ser necesario, pero el
rubio no se libraría de él tan fácilmente y por supuesto que lo mejor sería
poder disponer de la parte que le correspondía a Kibum de la fortuna de aquel
riquillo. “Qué lástima que no disfrutaría mas del cuerpo del rubio” pensaba
Dongwoon.
De
un momento a otro, escuchó una fuerte explosión, así que rápidamente corrió un
programa que borraría todo el contenido del disco duro, una vez hecho destrozó
con su pie la laptop y tomó su arma, preparado para recibir a los policías que
desde hace rato le pedían que saliera con las manos en alto. Cuando vio la primera
figura camuflada comenzó a disparar incontrolablemente, tratando de salir por
la ventana de aquel cuartito, pero estaba totalmente rodeado, así que cuando
los policías se dieron cuenta de que no tenía intención de entregarse,
dispararon en contra de Dongwoon, quien después de recibir los impactos de bala
en su cuerpo, cayó al suelo, sangrando profusamente y muriendo instantáneamente
por un certero disparo en la parte frontal de la cabeza.
Era
miércoles por la tarde y Kibum paseaba por las calles de Macau, ya había
visitado muchos lugares, todo era muy bonito para él que nunca había salido de
los barrios pobres de Seúl, pero ahora mismo estaba perdido entre unas
estrechas calles, que ni él sabía cómo había llegado ahí. Algo nervioso decidió
llamar a Minho para que fuera a buscarlo, esperaba que no estuviera muy ocupado
como para no atender la llamada.
“Hola
bebé, ¿qué pasa?”— saludó Minho al contestar la llamada.
—
Estoy perdido, Minho. ¿Puedes venir a buscarme? — pidió a punto de llorar
“Sí,
dime ¿dónde estás?”
Kibum
le dictó el nombre de las calles lo mejor que pudo porque sólo una de ellas
tenía una traducción en inglés, para que Minho supiera el nombre de las otras
calles, tuvo que mandarle una foto de los letreros que estaban en mandarín.
Una
hora pasó, Minho no aparecía y Kibum estaba comenzando a desesperarse. Tenía
miedo de que le robaran y ese temor se hizo realidad cuando vio a unos hombres
acercarse a él, claramente no tenían buenas intenciones.
—
Pero mira que tenemos aquí, una cosita tan bonita como tú no debe andar solito —
escupió un hombre.
—
Llévense todo lo que tengo, pero no me hagan daño — rogó el rubio temeroso de
que quisieran tocarlo.
Efectivamente
lo despojaron de todas sus pertenencias de valor, pero no les bastaba con eso,
comenzaron a manosearlo y cuando Kibum se resistió lo arrastraron queriendo
llevarlo al interior de un auto que había aparecido de la nada.
Minho
llegaba al lugar que Kibum le había descrito con tres de los cinco
guardaespaldas que su primo le había pedido llevar para su seguridad mientras
viajaba por todo el mundo. Cuando bajó del auto, vio como trataban de meter a
su esposo en otro vehículo, enseguida gritó para que lo soltaran, sus
guardaespaldas reaccionaron rápidamente y siguieron al alto cuando éste corrió
en dirección a aquellos hombres que querían llevarse a Kibum.
Los
hombres al mirar la altura de los guardaespaldas y las armas que estaban a
punto de desenfundar, prefirieron dejar al rubio en el piso, subir presurosos a
su vehículo y desaparecer entre aquellas calles estrechas.
—
¿Estás bien, mi amor? ¿Te hicieron algo? — preguntó el alto ayudándole a
levantarse del piso a su esposo.
—
No… pero tuve mucho miedo, Minho — lloriqueó el rubio, abrazando a su esposo y
escondiendo el rostro en su cuello.
—
Ya todo está bien, gatito. Ven, vamos al hotel — pidió al rubio tomándolo de la
mano.
Los
guardaespaldas los escoltaron al interior del auto para luego ponerlo en marcha
rumbo al hotel donde la pareja se hospedaba. Pero en medio de aquella
conmoción, hubo alguien que quedó encantado con la frágil figura de Kibum, su
rostro y su cuerpo le parecían simplemente celestiales. A Jung Jinwoon, le
pareció que Kibum era un frágil y dulce ángel al que había que cuidar, lástima
que estuviera casado con su jefe.
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